"Le has prestado a la tarde
el color de tus ojos
y, a estas horas,
azul es hasta el aire
que respiro."
Javier
Salvago.
No se va. Aunque quiera, aunque me
esfuerce. No lo hace.
No desaparece por mucho que no quiera
verle, ni aunque el tiempo pase. No se va.
Está en cada rincón de la alcoba, en la
música, en los libros. En las aceras, en el olor (tu olor) de mi ropa. En mis
manos, en la tinta, en mis ojeras. En mis noches cuando sueño, en forma de ti.
Me mira y me atraviesa cuando me asomo
al balcón y no te encuentro.
Duerme conmigo desde aquel día, con
aquellos brazos que no son tuyos, con los besos que me da la noche.
Me mira fijamente todo el día y me sonríe,
sabiendo que no puedo, sabiendo que me puede.
Me agarra el corazón con sus manos de
espino y ahuyenta a la vida, para que se olvide de mí, para que tarde o
temprano me olvide yo de ella.
Es él quien me acompaña a casa y a quien
alumbran las farolas cuando camina por las noches junto a mí en las calles
negras.
Comencé siendo yo, comenzó siendo él, y
acabó siendo un nosotros tan intenso que escasa es la parte de mí que queda por
absorberme. Cada vez son menos los poros que le quedan por devorar.
Cada vez más él, cada vez menos yo. Cada
vez menos esencia, cada vez más dolor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario