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jueves, 13 de diciembre de 2012

Mi colchón de noventa.


Era tanto el poder que teníamos que convertimos un colchón de noventa en una perfecta cama para dos.
Tanto que se cumplían hasta las canciones imposibles.
Tanto que llegábamos a que mi blusa te robase el aroma y a tu almohada le prestase mis sueños.
Era nuestra forma de vivir una felicidad que se nos dio sin pedirla.
Y, aunque el espacio era pequeño, aunque conmigo estaba un Unicornio Azul, los folios en blanco, el mechero, él, los sueños rotos, las lunas que vi pasar, el vaso con las correspondientes penas en él ahogadas, mi ropa, la ausencia de la tuya y mi alma encogida. A pesar de todo, aunque otras veces había estado ya muy frío, nunca había estado mi colchón de noventa tan solo como lo está desde que te fuiste tú.

jueves, 12 de julio de 2012

Noches.


Como el deseo de que la resaca que parece interminable termine. Como el deseo de que los cigarrillos de Marlboro no desaparezcan de tu paquete, e intentas apurar (puede que sin disfrutar) cada calada como si fuera la última. Como las ganas de que la discusión familiar navideña más desagradable e incómoda termine. Como cuando no tienes excusa, y necesitas encontrarla urgentemente. Como la necesidad de ver morir el instante en el que mientes y no te sientes cómodo por ello. Como el querer sacar la cabeza del agua, porque notas como vas quedándote sin aire. Como las ganas de que termine ésa insufrible noche de celos, de insomnio, de caminatas por la habitación, de tomar un cigarro detrás de otro y llenar tu vaso constantemente.

No sé si mayor, pero sí sé que diferente a todas estas es mi ansia. Y sólo yo soy conocedora de ella.

martes, 12 de junio de 2012

Compañero de Viaje


Todos los días nos miramos en el espejo. Pero llega el día en que nos miramos y, además, nos vemos. Es entonces cuando pasa. Miras tus manos, amargamente, pensando qué has hecho, qué haces y qué harás a partir de ahora, desde que al fin nos hemos visto. Es ahora cuando apreciamos ese olor que impregna nuestra ropa, que otros ya habían olido, y que convive con nosotros desde Dios sabe cuando, sin que lo supiéramos.
Una vida correcta, una familia correcta, un trabajo correcto, para finalmente llegar a aquello a lo que el ser humano le huye.
Mirando aún nuestras manos, levantamos la vista, que llora, y nos asustamos al verla en el espejo, pues desconocemos completamente cuándo la imagen del fracaso desaparecerá de él.

domingo, 10 de junio de 2012

Intertextualidades



Y otra noche más, una vela se consume, mientras miro su llama. ¿Qué tienes tú que otras, antes, no hayan tenido? Ahora mismo no podría pensarte. Será porque esos zapatos rojos tuyos que siempre llevas cuando pasas ante mi casa ocupan cada rincón de mi pensamiento. No sé describirte en tu conjunto, pero sé que empiezas en esos zapatos rojos y que terminas en aquellos ojos que le dan su color hasta al aire que respiro. "Qué tienes tú que otras, antes, no hayan tenido", pienso.

Y otra noche más, una vela se consume, mientras miro su llama.