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lunes, 17 de junio de 2013

Escudados.

Tras cuestionarme todo este tiempo “¿por qué?”, aprendí, aunque mucho más tarde, a preguntarme “¿por qué no?”.

"Nos quedan horas por quemar.
Nos queda la esperanza si hoy
la función no se acaba."
Vetusta Morla






Usémonos. Sin miedo, con ganas, como siempre hemos hecho. Con las risas, con las lunas, con las horas efímeras como amapolas recién cortadas. Con la piel puesta, con las prendas al suelo, sin rozarnos, siendo música. Siendo. Hagámonos daño y curémonos después. Que no haya risa sin llanto. Hagámonos bien.

Busquémonos. Como deseamos, como necesitamos, como el tiempo a las horas, como el sol a la noche. Como los pinceles a los lienzos o mis dedos a la vida. Como nos busca el sol cuando sabemos ser. Como se buscan el rojo y el violeta en los atardeceres.
Aún hay tiempo. Nos quedan siestas en la alcoba, heridas por hacer y por curar, arena que pisar, césped que rozar, cielos que nos vigilen, noches llenas de magia. Veranos y otoños, los tuyos y los míos.

Tienes un “tú”, tengo un “yo”. Creemos un “nosotros”. Un “nosotros” nuevo, desconocido, auténtico, único, que nadie logre entender, que sólo comprendamos si es en común.

Y si no, dime: ¿acaso hace falta que lo entienda alguien más?

martes, 11 de junio de 2013

Esencia.

"Le has prestado a la tarde
el color de tus ojos
y, a estas horas,
azul es hasta el aire
que respiro."

Javier Salvago.



No se va. Aunque quiera, aunque me esfuerce. No lo hace.

No desaparece por mucho que no quiera verle, ni aunque el tiempo pase. No se va.

Está en cada rincón de la alcoba, en la música, en los libros. En las aceras, en el olor (tu olor) de mi ropa. En mis manos, en la tinta, en mis ojeras. En mis noches cuando sueño, en forma de ti.

Me mira y me atraviesa cuando me asomo al balcón y no te encuentro.

Duerme conmigo desde aquel día, con aquellos brazos que no son tuyos, con los besos que me da la noche.

Me mira fijamente todo el día y me sonríe, sabiendo que no puedo, sabiendo que me puede.

Me agarra el corazón con sus manos de espino y ahuyenta a la vida, para que se olvide de mí, para que tarde o temprano me olvide yo de ella.

Es él quien me acompaña a casa y a quien alumbran las farolas cuando camina por las noches junto a mí en las calles negras.

Comencé siendo yo, comenzó siendo él, y acabó siendo un nosotros tan intenso que escasa es la parte de mí que queda por absorberme. Cada vez son menos los poros que le quedan por devorar.

Cada vez más él, cada vez menos yo. Cada vez menos esencia, cada vez más dolor.