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lunes, 4 de noviembre de 2013

Cuatro de noviembre

No sé si más o menos, pero con certeza sé que jamás como a ti.

La ropa en el suelo, la risa blanca, la luz apagada.
Noviembre, el mes más dulce; mi cama, la música; mi luna en la ventana.
Mis pies en tus zapatos, tu camisa en mis hombros, mis besos en tu espalda.
Debussy cada noche, mis “naranjas cada vez que te levantas” todas las mañanas. Y noviembre.
Los ojos abiertos, tu punta de la nariz. Mi luz de las noches, las notas en las páginas de mis libros. Mi cine con manta de los domingos. Y noviembre.
Mi brisa en Cádiz. Mi sol al alba. Mi luz violeta, mi vista azul. Mi noviembre.





Largas noches. Ojos abiertos. Sueños ocres.
Frío. Frío. Frío.
Noviembre. El mío. Sin ti.
No sé si más o menos, pero con certeza sé que jamás como a ti.

lunes, 21 de octubre de 2013

De cómo giran los talones sobre un zapato de tacón.


"Por las arrugas de mi voz se filtra la desolación de saber que estos son los últimos versos que te escribo."

Joaquín Sabina.



Nadie te dijo que aquellos zapatos, tan rojos, tan vivos, se tornarían del azabache más lúgubre y oscuro que pudieras imaginar.

Cómo pensar que pudieran ser tan eternas las noches. Cuándo cesaría la risa de tus rizos negros.

Nadie te habló de las velas que verías consumir. Quién te diría que se volverían negras las lunas y ocres los cielos.

Pero yo, en esta noche, te diré cómo nacerá de tu alma endrina, de las hoscas cenizas, un andar que ríe rubro. De cómo, fuerte y valiente, brotará cuando duerma el sollozo oscuro, el sombrío llanto del camino que sigue el zapato que vistes ahora.




sábado, 12 de octubre de 2013

Tú.


Me dueles. Me duelo. Me duele que tomen los sueños tu forma. Me duele que se unan el día y la noche, una y otra vez, sin poder tomar un solo descanso. Me duelen el vaso y el humo. Me duelen las esquinas. Me duele la alcoba. Me duelen las farolas que no nos alumbran.
Pero sobre todo, me duele ese mundo, esa vida (la mía), que se llena de tu ausencia.



lunes, 17 de junio de 2013

Escudados.

Tras cuestionarme todo este tiempo “¿por qué?”, aprendí, aunque mucho más tarde, a preguntarme “¿por qué no?”.

"Nos quedan horas por quemar.
Nos queda la esperanza si hoy
la función no se acaba."
Vetusta Morla






Usémonos. Sin miedo, con ganas, como siempre hemos hecho. Con las risas, con las lunas, con las horas efímeras como amapolas recién cortadas. Con la piel puesta, con las prendas al suelo, sin rozarnos, siendo música. Siendo. Hagámonos daño y curémonos después. Que no haya risa sin llanto. Hagámonos bien.

Busquémonos. Como deseamos, como necesitamos, como el tiempo a las horas, como el sol a la noche. Como los pinceles a los lienzos o mis dedos a la vida. Como nos busca el sol cuando sabemos ser. Como se buscan el rojo y el violeta en los atardeceres.
Aún hay tiempo. Nos quedan siestas en la alcoba, heridas por hacer y por curar, arena que pisar, césped que rozar, cielos que nos vigilen, noches llenas de magia. Veranos y otoños, los tuyos y los míos.

Tienes un “tú”, tengo un “yo”. Creemos un “nosotros”. Un “nosotros” nuevo, desconocido, auténtico, único, que nadie logre entender, que sólo comprendamos si es en común.

Y si no, dime: ¿acaso hace falta que lo entienda alguien más?

martes, 11 de junio de 2013

Esencia.

"Le has prestado a la tarde
el color de tus ojos
y, a estas horas,
azul es hasta el aire
que respiro."

Javier Salvago.



No se va. Aunque quiera, aunque me esfuerce. No lo hace.

No desaparece por mucho que no quiera verle, ni aunque el tiempo pase. No se va.

Está en cada rincón de la alcoba, en la música, en los libros. En las aceras, en el olor (tu olor) de mi ropa. En mis manos, en la tinta, en mis ojeras. En mis noches cuando sueño, en forma de ti.

Me mira y me atraviesa cuando me asomo al balcón y no te encuentro.

Duerme conmigo desde aquel día, con aquellos brazos que no son tuyos, con los besos que me da la noche.

Me mira fijamente todo el día y me sonríe, sabiendo que no puedo, sabiendo que me puede.

Me agarra el corazón con sus manos de espino y ahuyenta a la vida, para que se olvide de mí, para que tarde o temprano me olvide yo de ella.

Es él quien me acompaña a casa y a quien alumbran las farolas cuando camina por las noches junto a mí en las calles negras.

Comencé siendo yo, comenzó siendo él, y acabó siendo un nosotros tan intenso que escasa es la parte de mí que queda por absorberme. Cada vez son menos los poros que le quedan por devorar.

Cada vez más él, cada vez menos yo. Cada vez menos esencia, cada vez más dolor.

domingo, 27 de enero de 2013

Jazz


Qué dañinas son las noches de jazz cuando no traen con ellas ni copas, ni humo ni compañía.

Mucho más dañinas, porque no hay nada que las alivie, nada que las disfrace (y, por lo tanto, las camufle), ni lugar donde esconderse cuando duelan.

Cuando el jazz es sólo jazz, cuando sus atentos espectadores son la mente y el corazón y el local donde actúa el cuerpo. Las que siguen siendo noches aunque llegue la luz, las que te prohíben el sueño, aquellas de las que huyo. De esas noches hablo.

Qué dañinas son las noches de jazz, aquellas que me muestran las ausencias existentes de mi vida.